miércoles, 9 de abril de 2008

Volví...

Lo tenía abandonado al blog, lo sé.

Sin embargo, nunca abandono la causa. ¿ Qué causa?..la que dió motivo al nacimiento de este modesto emprendimiento de denuncia/descargo...y ¿por qué no? pequeña usina para generar la recuperación de los Valores (con mayúscula) que, como bien sabemos, están en crísis.

La indignación, bronca...o como prefieran calificar a esa sensación que uno siente cuando observa una situación injusta, un acto discriminatorio o nos enteramos de casos de corrupción, etc; es el motor que mueve este espacio. Y si éste no tuvo movimiento no fue precisamente por que no ocurrieron sino al contrario... son cada vez más frecuentes. Abruman. Abundan estas falencias en todo aspecto, desde los más pequeños gestos -como el de ceder un asiento en un colectivo- hasta los actos más graves como la discriminación y la corrupción.

De alguna manera hay que contrarrestar; esta es una. Pero la acción diaria es la más importante.
Recuperemos los Valores.



martes, 27 de noviembre de 2007

Sobre la obligación de los choferes de colectivos de solicitar el asiento.

La semana pasada, luego de escribir el post "Una muestra más de la pérdida de valores", me comuniqué telefónicamente con la empresa SAN VICENTE SAT, que se encuentra en Burzaco.
Allí me atendió una señorita que muy amablemente me tomó la queja. Aproveché la oportunidad para consultarle a ella si los choferes de la empresa tienen la obligación de pedir el asiento reservado cuando sube una persona que reune las condiciones indicadas para hacer uso de ellos. Más aún cuando hay una normativa de la Comisión Nacional de Regulación del Transporte (CNRT) que así lo indica.
Su respuesta, en verdad me sorprendió. Me dijo que no, que los conductores no tienen la obligación de hacerlo, pero sí, el inspector. Y me pregunté: ¿cuántos inspectores suben a un colectivo diariamente?. Sin embargo, estuvimos de acuerdo, que debería ser una "obligación moral". Pero, claro, no es obligación laboral...y se nota.
¿Que pasó?...antes era normal escuchar al colectivero pedir un asiento. Desde chico lo recuerdo. ¿Por qué ahora no?. Ojo, no puedo decir que esa indiferencia ocurre siempre, porque sería injusto. Hay choferes que, todavía, hacen cumplir esa norma. Pero, cuando no sucede, es un pasajero quién normalmente lo hace y, a veces, se genera una situación desagradable porque hay gente que se molesta -y mucho- cuando se le solicita su lugar; entablándose, entonces, una discusión (fuerte, en ocasiones) que bien puede ser evitada si fuera el conductor quien, desde un principio, interviniera. Convengamos que, en ese momento, es el responsable y la "voz" de la empresa.
En el tren, también lo he observado. Muchas veces ocurre que el guarda o el personal de seguridad no interviene para pedir un asiento. Y pocos somos los que lo solicitamos; y no porque todas las personas sean insensibles sino porque muchas tienen verguenza de hacerlo o miedo de cómo reacciona el otro, ante el pedido. Ya lo dije, la verguenza la tienen que sentir los que no ceden su asiento.
Por eso, siempre acostumbro a solicitarlo en voz alta, de forma amable, y dirigiendome a todos. Así, lo reitero varias veces, hasta que alguien lo cede. Siempre da resultado, aunque a veces tenga que repetirlo una y otra vez.
A pesar de todo, suelo ver con agrado que todavía hay gente que inmediatamente cede el asiento y, también, hay personas que lo solicitan. Y eso es bueno...muy bueno.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Situación demasiada frecuente en el tren, relatado por Ignacio Errico.

Voy a contar brevemente lo que pasó antes de ayer (jueves 22 de noviembre). Volviendo de un día largo para mí, tomé el tren de 22:30 en Constitución en dirección a Glew.

Por supuesto, ni bien abrieron las puertas del tren, el cada vez más común desespero por un asiento que incluso llegó a un nene entrando por una ventanilla (!).

La cuestión es que en Avellaneda (si mal no recuerdo) subió un anciano con un bastón. Al cabo de un momento, crucé miradas con otros pasajero que estaban parados, claramente pensando ambos "¿nadie se dio cuenta que este hombre no está en condiciones de viajar parado?". No pude evitar decir esto en voz alta, pero los que iban sentados permanecieron inmutables. Lo repetí, pero el que leía el diario, ni desvió los ojos, los que iban con auriculares así siguieron, los que iban dormitando, ni se enteraron o no quisieron enterarse.

En un momento el que iba con un resaltador marcando unas hojas se paró para agarrar la mochila del portaequipaje superior. "Bueno, por fin", pensé. Pero no, se volvió a sentar. El hombre se fue para la mitad del vagón y terminó sentándose sobre un apoyabrazos de los asientos enfrentados, donde había dos hombres de unos 30 y pico y dos chicas que no llegarían a los 20. Y todos, como si nada hubiera pasado. Para colmo, no había ninguna indicación de asientos reservados, como para poder decir "este asiento está reservado".

Cuando me bajé, el hombre siguió sentado sobre el apoyabrazos.Muy triste y sentí mucha impotencia. Nadie se hizo eco.

Voy a proponer algo que hago siempre: cuando lleguen a una estación terminal como Constitución en hora pico, siéntense. Dejen que los apurados suban a los empujones. Cuando todos hayan subido (lleva poco tiempo) cédanle el asiento a alguien que corresponda y sigan camino. Es más cómodo para bajar y no lleva tiempo. Perdón por lo largo de mi primer comentario en este blog.

Saludos,

Ignacio
**************************

Gracias, Ignacio por tu crónica. Éste es el objetivo del blog, que cada uno aporte su testimonio y sugerencia para tratar de revertir este comportamiento. Lo que observastes en el tren, es lisa y llanamente falta de solidaridad.

viernes, 23 de noviembre de 2007

Una mujer discapacitada denunció que una empresa de colectivo no le dio “ni un vaso de agua”

Lean la noticia que trascribo a continuación y mediten...(lo pintado en negrita es lo que resalté).
Obviamente es indignante y la empresa de micros es la única responsable por esta repudiable actitud, pero resulta también indignante lo que los afectados dicen con respecto al comportamiento del resto de los pasajeros.

Marcela Diego viajó desde Bariloche hasta Mar del Plata en la empresa Rápido Argentino, donde el personal a bordo le negó el servicio de comida porque no le correspondía. Lo mismo ocurrió con otros dos discapacitados que viajaban. “Me dolió la indiferencia del resto de los pasajeros”, señaló.“Ni un vaso de agua me dieron”.
Con esa frase Marcela Diego resumió la discriminación que le tocó vivir a bordo de un colectivo de la empresa Rápido Argentino, que le negó el servicio de comida que se distribuye a los pasajeros. Diego es discapacitado y viajó el domingo hasta Mar del Plata, donde se realiza los chequeos dos veces al año.
En diálogo con “El Ciudadano”, la mujer relató el calvario que vivió durante un viaje que demanda varias horas y más de 1.000 kilómetros de recorrido. Dijo que sacó el pasaje en la boletería de la empresa KO-KO en la Terminal de Bariloche que le dio el boleto en la empresa Rápido Argentino. Aseguró que preguntó con qué servicio contaba y si había azafata a bordo y le dijeron que sí. Sostuvo que “saliendo de Piedra del Aguila, la azafata empieza a repartir la merienda y veo que no me sirven a mí y otras dos personas con discapacidad”. “Le pregunto a la azafata y me dijo que tenían órdenes”, añadió Diego. Dijo que tras la negativa de la empleada se comunicó con Cristina Painefil de la Asociación de Padres de Niños con discapacidad y con Aurora Fernández para informarles sobre la situación. “Me quedaban 1.000 kilómetros por delante y era un servicio directo”, aseguró. Sostuvo que las mujeres le devolvieron el llamado a su celular y le dijeron que se habían comunicado con la empresa advirtiéndoles de su caso. Señalaron a los responsables de la empresa que estaban infringiendo la ley. Pero las órdenes habían sido dadas desde un alto jefe en Mar del Plata.
Diego comentó que en Neuquén capital pidió que la dejaran bajar a comprar algo y aprovechó para presentar la denuncia en la dirección municipal de Transporte. “En todo el recorrido ni un vaso de agua me dieron”, afirmó, dolida. Dijo que una de las discapacitadas, Rosario Torres, se bajó en General Roca y que el otro muchacho siguió hasta Buenos Aires.
Nos llamó la atención que nadie de los pasajeros se paró para ayudarnos en nuestro reclamo, nadie hizo ni un comentario ni una protesta”, dijo la mujer sorprendida. “Fue una indiferencia total”. Peor aún, sostuvo que la comida y las gaseosas estaba cerca de ellos. “Si hubiéramos actuado de mala fe las sacábamos de ahí”, señaló. “Me dio mucha importencia y me sentí una rehén”, dijo.
En cuanto a la falta de solidaridad del resto de los pasajeros, Diego dijo que “me dejó sin palabras, como que uno se acostumbra a eso de que me salvo yo y el resto no me importa”. Dijo que la semana próxima regresa a Bariloche y afirmó que en Mar del Plata iba a presentar otra denuncia por discriminación para evitar que se repita con otras personas.

“COMANDO CEDÉ EL ASIENTO” (CEA)

Por la recuperación de los valores…en el transporte público, en particular, y en la Sociedad en general.

Ésta iniciativa, como podrán notar, fue bautizada por quién suscribe con un título, quizás, algo atípico y hasta risueño, pero –ojo- el mensaje no es broma.

Nace a partir de una necesidad de contrarrestar una actitud que desde hace un tiempo a esta parte viene notándose con mayor frecuencia en nuestra Sociedad: la pérdida de valores.

Y los medios de transportes públicos reflejan –aunque en pequeña (o no tanto) escala- la pérdida de algunos de los valores o “buenas costumbres” que nuestros abuelos –y desde más atrás en el tiempo también- nos han enseñado y que se supo trasmitir por generaciones (pero costumbres de las buenas, realmente, y no de las que nos querían imponer en una época, como tal; mientras, por otro lado, cometían aberraciones)

Estamos viendo con mayor frecuencia (y corríjanme si me equivoco o agreguen faltantes):

* Falta de solidaridad.
* Violencia.
* Discriminación.
* Egoísmo.
* Falta de compromiso (El “no te metás”).
* Corrupción.
* Ley de la selva.

Y un largo etcétera.

A través de CEA trataremos de combatir estas actitudes negativas. ¿Cómo? Mediante la denuncia tanto a los organismos competentes como de forma pública. Pero además, fomentando a través del ejemplo las buenas acciones. Y, fundamentalmente, a través de la concientización. Para ello es necesario que la enseñanza y el respeto partan de la propia familia y se recuerde en la escuela.

Desde este modesto y pequeño emprendimiento vamos a tratar de hacerlo en los medios de transportes públicos en buena medida (pero no será limitado a éstos). Vamos a denunciar las malas actitudes y destacar las buenas. Y ustedes, los lectores, en realidad no jugarán únicamente el papel de tales sino que serán participes de ésta web: a través de la denuncias, de los reportes, etc. Desde ahora están invitados a contar sus experiencias...y a actuar.

El caso que narré en mi otro blog (Una muestra más de la falta de valores) es un buen ejemplo de cómo hacer para ir contrarrestando estas actitudes. “Metiéndose”. Involucrándose. Haciéndolo notar de forma pública para que quién actúa mal se avergüence.

¿Cuántas veces subimos a un vagón de cualquier línea de tren y vemos a mujeres embarazadas, con bebés, ancianos y minusválidos, parados y apretados, por qué nadie le da el asiento? Aún cuando existen lugares reservados para éste caso. Y notamos que son escasas las veces que alguien dice algo. Incluso los propios "guardas" muchas veces se hacen los desentendidos.

¿Cuántas veces vemos subir a un colectivo a personas a las cuales corresponde cederle el asiento de forma inmediata y nadie de los pasajeros atina a hacerlo? Para colmo, son cada vez menos los choferes que lo solicitan.

¿Cuántas veces vemos que los colectivos no se detienen ante personas con movilidad reducida?. O si lo hacen, deben tolerar el mal humor del conductor y la indiferencia algunos –cada vez más- pasajeros.

¿Y en el subte?.. no voy a hacer redundante.
¿Cuántas veces escuchamos noticias de denuncias sobre corrupción?

¿Cuántas veces?. Muchas ¿no es cierto?...cada vez más.

Todos están invitados a ser parte de este “comando”. Un comando ciudadano reducido, en principio, que, espero, con el tiempo se transforme en mayoría. Un “comando” de personas que sientan y actúen frente actitudes repudiables. Pero que actué de buena manera. No con la agresión (ni verbal ni física) sino denunciándolo o expresándolo en voz alta, para que los que no respeten los valores, se sientan descubiertos.